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Las moscas (Segunda parte)

Teorema

Nuevas moscas, aún más voraces, vendrán a posarse sobre las llagas de Guatemala. Algunas de las actuales, insaciables, con otro ropaje, rondarán buscando dónde alojarse. Todas, causarán nuevas heridas a la Patria inerme.

Quiero disculparme por escribir con cierta amargura esta trilogía que he titulado “Las moscas”. Es una actitud contraria a lo positivo de la inmensa mayoría de los más de mil artículos anteriores. Estoy anonadado y veo con mucha desazón el futuro de nuestro amado país. Quisiera llamar realismo a esta percepción que ahora anula mi ingenuidad. Sé que no conduce a nada. Es como si caminando en el centro de una gran llanura me dijera: Va a llover y habrá tempestad, pero no hubiera donde resguardarse. Recuerdo el título de Sartre: “La suerte está echada”.

A mediados de enero tendremos un nuevo gobierno. No hay nada que sugiera que, sin importar quien lo encabece, sea diferente del actual o de los anteriores. En política, los cambios no suceden por generación espontánea. Debe haber una causa, que los genere, el cambio es la consecuencia de un hecho generador. Sin una causa generadora de cambio, la misma historia de rapiña habrá de repetirse una y otra vez. Algún día, la organización política actual, la así llamada partidocracia, será derribada y podremos aspirar a tener, como consecuencia, una Guatemala mejor.

Mientras tanto, muchos de quienes hemos decidido que iremos a votar el 20 de agosto, lo haremos pensando que se trata de un deber cívico y hay que cumplir con él, pero lo haremos sin el entusiasmo de otras veces. Si el balotaje fuera, por ejemplo, entre Ricardo Sagastume y Manuel Villacorta, quienes mostraron visiones distintas, con posturas definidas y expusieron abiertamente sus verdaderas intenciones en vez de ocultarlas, de frente, sin la intención de engañar a los electores, creo que entonces decidir a quién dar el voto, no solo sería más fácil sino habría esperanzada emoción. Ahora no, la orientación política de los candidatos es similar y sus partidos, uno más que otro, forman parte de esa partidocracia que sabe acomodarse a las circunstancias.

Me parece que el 20 de agosto también habrá menguado la alegría que caracteriza a los guatemaltecos, esa que se expresa con sonrisas y frases amables. Veremos caras alargadas. Ni siquiera estará presente la ingenua esperanza, tantas veces frustrada, de que tras la elección puedan suceder las transformaciones por las que hemos esperado mucho tiempo, pero sin tomar en nuestras manos la responsabilidad de hacerlas acontecer. Algunos, posiblemente ingenuos, piensan que con el nuevo gobierno todo va a cambiar y que será para bien. Quizá creen que las frases en afiches y pancartas reflejan el pensamiento de los candidatos. Rehúsan aceptar que provienen de la imaginación de un creativo de publicidad quien actúa bajo instrucciones del jefe de campaña. Muchas veces el candidato no llega a enterarse de tales mensajes, ni le interesa hacerlo.

La historia de este siglo, vista a partir de la actuación de cada uno de los presidentes, de sus hechos, demuestra que la propaganda solo es un vehículo para ganar la elección. Incluso el plan de gobierno es un documento de apoyo para obtener votos. Después del balotaje y la publicación de resultados ese folleto termina en el basurero junto a otros desechos electorales. El candidato ganador, convertido en Presidente Electo inicia una rápida metamorfosis. Muy pronto pasa a ser la persona más inteligente del país, uno que sabe todo de todo. Es el más ocurrente, simpático… un iluminado, un rey por gracia cuasi divina. Serrano, después de 33 años aún no se ha recuperado ¿Por qué, entonces, el nuevo Presidente habría de necesitar un plan para gobernar?

No conozco personalmente ni a la señora Torres ni al señor Arévalo. Ninguno de ellos me despierta mayor simpatía, así que carezco de interés en conocerlos. También sé que ellos no me conocen, como tampoco conocen, personalmente, sino a muy pocos ciudadanos fuera de sus familiares y amigos personales. En las arengas populares, durante las concentraciones y manifestaciones, estuvieron frente a miles de curiosos, se fotografiaron abrazando niños y ancianos y dieron la mano a muchos. Con algunos; se habrán hecho selfies y han sonreído a todos. Pero conocer, aun poder identificar a alguien por su nombre… eso a muy pocos.

De nosotros, los electores, sólo interesa obtener nuestro voto para, con él, pasar, en vida, a un mundo mejor para ellos y también para así poder dejar riqueza a dos o tres generaciones de descendientes suyos. Nosotros sabemos un poco más sobre ellos. Si bien habremos leído algunos datos biográficos suyos, la mayor parte de nuestra información proviene de lo que hemos leído en la prensa y en las redes sociales. Pero la mayoría de esos mensajes, que posiblemente provienen de sus adversarios como parte de una campaña negra que fue baja y sucia, revela asuntos tremendos. Pareciera ser una competencia donde los textos, fotos o vídeos solo buscaban destruir el prestigio del otro. Lo que dicen es tan terrible que, necesariamente, hay mucha mentira. Lo que haya de verdad debió ser exagerado para hacerlo sonar más alarmante y espectacular.

Pero también habrá un fondo de verdad y este, por reducido que sea, es suficiente para causar preocupación, ya que uno de ellos presidirá el gobierno de nuestro país y, al ser visto como villano, le será difícil contar con el respeto y apoyo ciudadano. Quienes tienen buena opinión de ellos (asumiendo que por esa razón les confiaron su voto el 25 de junio pasado) solo fueron 16.5% entre ambos finalistas de más de 9 millones de ciudadanos habilitados para votar. Esa cifra habrá de subir en el balotaje del 20 de agosto, pero me temo que seguirá siendo mediocre. Así, el siguiente será un gobierno con poco respaldo popular y, además, carente del respeto ciudadano. Será un gobierno frágil.

Quizá no sean tan malas personas. Tal vez haya algo de patriotismo en su fondo. Ojalá, si lo hay, les dure más de lo que a Colom, Jimmy, Pérez o Giammattei les tardó el propio. Si en los candidatos hubiera honradez y lealtad hacia Guatemala ¿la habrá también en quienes les van a rodear? ¿Y en quienes presionen hasta dejarles tomar menos de la séptima parte de las decisiones, como alguna vez se excusó Cerezo? En 2014 Colom dijo: “En la presidencia lo vuelven inútil, todo se lo hacen a uno”. Creo que se refería también a las decisiones que debía tomar.

Algunos, con ingenuidad, piensan que con el nuevo gobierno todo va a cambiar y para bien. Creen que las frases de los rótulos y pancartas salieron del corazón del candidato. No aceptan que fueron producidas por un publicista “filudo” bajo la dirección del director de campaña. El candidato no sólo fue el último en enterarse; sino que no le importaba mucho lo que dijeran.

La historia de este siglo registra todos los hechos que confirman la veracidad de lo anterior. Es triste, muy triste que sea así, pero creo necesario enfrentar esa realidad. ¿Existe acaso un hecho real, verdadero, concreto, que permita esperar que esta vez pudiera ser diferente? Con profundo sentimiento de dolor patrio anticipo que en asuntos de corrupción nada habrá de cambiar, como no sea el nombre de los corruptos. Incluso, muchos de quienes ahora saquean al Estado dentro del gobierno de Giammattei, conseguirán pasar al nuevo gobierno a enseñar “cómo se debe hacer”.

A los ciudadanos nos toca decidir, en primer lugar, si asistimos a votar o no. Dejar de hacerlo expresa indolencia, es faltar a un deber cívico. Coloca al ciudadano capaz, educado, con valores cívicos, consciente, desarrollado… dentro del grupo de personas que no lo son. Lo ubica dentro de esa décima parte de la población que se viste con harapos, habita casas de cartón que filtran cuando llueve e ignoran cómo que comerán el día siguiente. Ellos, que son el producto de nuestro subdesarrollo, no votan; se afanan cada día por resolver sus necesidades más básicas. Pero usted no pertenece a ese grupo. Usted forma parte de quienes hacemos cuanto está a nuestro alcance por conseguir que esa décima parte se reduzca.

Dejar la papeleta en blanco puede ser peligroso. Los fiscales de los partidos tendrán instrucciones de hacer cuanto sea posible para conseguir un voto más para el partido que representan. Una papeleta en blanco representa una gran tentación para que, aprovechando un pequeño descuido de las autoridades de la mesa, una rayita y ¡Zas! El voto dejó de estar en blanco y se fue a favor de un candidato.

Votar nulo expresa rechazo, indica desacuerdo, expone rebeldía hacia un sistema político que solo ofrece opciones que no satisfacen a los electores. Hacerlo, denuncia la partidocracia imperante y exige su expulsión de nuestra patria. Uno de quienes patrocinaron con mayor fuerza el voto nulo en la primera vuelta, ahora se opone diciendo que no se debe votar nulo porque ya no es causa para repetir la elección.

Hace 24 años (Siglo XXI 28.9.99) publiqué “Ninguno”, un artículo que proponía insertar en las papeletas una casilla similar a las regulares, pero en blanco, rotulada “Ninguno”, con condiciones semejantes a las de los candidatos. Si “Ninguno” pasaba a balotaje y ganaba se repetía la elección con otros candidatos. Otros autores también publicaron sobre una idea semejante. En 2015 llegó al Congreso un proyecto conteniendo una propuesta parecida. Los partidos sintieron que se trataba de un tigre poderoso, que hambriento, los podría devorar. En lugar de rechazar la ley, arrancaron los dientes del tigre, le cortaron las garras y lo convirtieron en adorable minino que ronronea, pero es incapaz de alterar una elección presidencial.

El voto nulo nunca tuvo posibilidad alguna de ser mayoritario y forzar a que se repitieran las elecciones. Pero sí permite enviar un mensaje a la partidocracia diciendo: ¡Basta ya!

El 20 de agosto también existe la posibilidad de votar a favor de uno de los candidatos, o bien de votar en contra de uno de ellos. De esa opción se ocupa la parte final de “Las moscas”. Espero que pueda tener alguna utilidad para los lectores.

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José Fernando García Molina

Guatemalteco, 67 años, casado, dos hijos, ingeniero, economista.Tiene una licenciatura en ingeniería eléctrica de la Universidad de San Carlos, una licenciatura en ingeniería industrial de la Universidad Rafael Landívar –URL–, una maestría en economía en la Universidad Francisco Marroquín –UFM–-, estudios de especialización en ingeniería pentaconta en la ITTLS de España.

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