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Tragedia migrante: Iban por la vida y encontraron la muerte

Lugar Hermenéutico

Un furgón de tráiler, con más de 107 personas entre guatemaltecos y hondureños, volcó el pasado jueves 9 de diciembre en la ruta de Tuxtla a Chiapa de Corzo, México, dejando como saldo al menos 53 muertos y 54 heridos. 

De acuerdo con autoridades mexicanas, en el furgón viajaban mas de 100 personas entre guatemaltecos y hondureños, entre ellos varios niños.  A la fecha se contabilizan más de 50 fallecidos de los cuales se especula una buena parte son connacionales, sin embargo, la Cancillería guarda un hermético silencio al respecto. 

Sumada a esta tragedia, son miles de paisanos los que van tras la vida, huyendo de la miseria, encontrando muerte y tragedia en el camino, sin embargo, lo mas seguro es que miles de personas sigan jugando a esta ruleta rusa, pues para muchos más vale morir en el intento, que apostarle a quedarse en un país que no ofrece las mínimas oportunidades para desarrollarse a la mayoría de la población. 

Solamente en este año, las autoridades mexicanas han deportado a más de 60 mil guatemaltecos por vía terrestre, entre ellos a más de 8 mil menores de edad. Más que una estadística, debemos dimensionar que esta es la tragedia a la que anualmente se enfrentan miles de niños, jóvenes y adultos que emprenden la desventura de su vida, con una mochila al hombro, armada únicamente de valor e ilusiones.

Debe ser motivo de ardua critica, por no decir vergüenza, en todos los sectores de una sociedad, que los connacionales, que salieron expulsados por un sistema reproductor de pobreza y miseria, sean a la fecha la principal fuente de ingreso de divisas al país. 

Hasta noviembre pasado, se registró un récord de remesas, en comparación con el mismo periodo del año anterior.  Solo en este lapso del año, al país ingresaron 13 mil 783 millones de dólares por este concepto, un aumento del 34% en comparación con los 10 mil 176 millones de dólares remitos en 11 meses del 2020, lo que equivale a más del 12% del producto Interno Bruto de Guatemala. 

El costo social de las anteriores cifras es incalculable, en su mayoría atrás de estos números, están las historias de desintegración familiar, dolor, frustración, violación xenofobia y muerte, tal cual lo ocurrido la pasada semana.

Que hace el Estado de Guatemala para cambiar esta realidad, no se trata de asignar más recursos a un inútil Consejo Nacional de Migrantes, bastante inútil, por cierto, se trata más bien de la posibilidad de iniciar un verdadero proceso de Estado Nación, que garantice a sus habitantes el derecho a la oportunidad de vivir dignamente. 

La construcción de un verdadero Estado Nación, más que una utopía, debe ser la principal consigna de una sociedad que aspire al bienestar de su gente, de superar su actual realidad, en la cual muchos connacionales huyen de la pobreza, de la violencia de las bandas criminales y redes de narcotráfico metidas hasta el tuétano en todo el país.

No es con políticas de asistencialismo y clientelismo político que las personas saldrán adelante, es con un verdadero acceso a oportunidades de desplegar su potencial humano, para satisfacción propia y de los suyos.  Vaya que hay talento en el país, en las diferentes regiones, en las diferentes culturas. 

Bien convendría releer la obra “El Mínimum Vital” de Alberto Masferrer, como ensayo político y filosófico, que recoge entre otras, las ideas de José Ortega y Gasset.  Uno de los puntos más valiosos de la obra, son los elementos en los cuales el autor explica y aclara sobre la vida humana y como sin la ayuda y cooperación de todos no es posible la convivencia social.

Esta obra, hace un llamado a quienes están al frente de la nación, que su finalidad primordial y predominante, debe ser procurar la satisfacción de las necesidades de todos los habitantes del país.

No es con campañas mediáticas, ni con amenazas que la gente dejara de huir de su realidad actual, es con un verdadero esfuerzo de impulsar el Desarrollo en cada rincón de Guatemala, con la atracción de inversión productiva, solo de esta manera podrá evitarse que nuestra gente emigre no solo al norte, sino a los barrancos y áreas marginales de la ciudad o cabeceras departamentales, donde vivirán precariamente.

No se puede seguir permitiendo la desintegración de familias y pueblos enteros, que a falta de poder poner algo de comer en la mesa, huyen de esa realidad y hoy son el principal sostén de la macroeconomía del país, pero con graves consecuencias en materia de desintegración familiar y disgregación social.

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