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Voté por Semilla

Vocación de Libertad

Practicando lo hermosa idea de la libertad que predicaremos en este espacio periodístico y respetando la idea de que el voto es secreto, no me es incomodo reconocer que voté por Semilla. Lo hago así, cándida y públicamente, porque creo que de esta manera me asistirá una suerte de autoridad moral para poder expresar mis apreciaciones, comentarios, sugerencias y observaciones a toda la acción de gobernar que estos distinguidos caballeros y damas que les acompañan, deberán asumir.

Sé que la autoridad moral la adquiero con el solo hecho de haber participado en el proceso electoral como ciudadano que ama los frutos esperados de un sistema democrático en el cual he buscado siempre contribuir: la libertad, la vida y la propiedad de mi sola persona. Creo que al revelar que voté por ellos, una vez que la mayoría de los guatemaltecos han ratificado su voluntad, puedo esperar un cierto nivel de autoridad mayor para ser escuchado en la calidad de ciudadano en una democracia que entiendo, Semilla buscará impulsar con mayor profundidad que gobernantes anteriores.

Siguiendo esta forma de pensar, creo que es mi deber también trasladar desde ahora a los dirigentes de Semilla la claridad de que entiendan que aun y cuando han ganado en una segunda vuelta por una diferencia importante de votos, esto no puede, no debe y seria una estupidez leerse como una votación que genera para ellos el nivel de legitimidad – aunque si la legalidad – que la soberanía popular otorga en una Democracia.

Votar por ellos, es consecuencia de esa disyuntiva en la que Divina Providencia puso a los guatemaltecos para evidenciar al menos cuatro posiciones diáfanas: la primera, “queremos salir del pasado”, la segunda, nuestra principal razón es “queremos terminar con la corrupción” y terecera: “queremos terminar con la incapacidad” y una cuarta y no menos importante: buscamos un futuro superior.

Es muy claro para la gran mayoría de guatemaltecos que la «democratización» de la desvergüenza que se adueñó del país, el poco respeto y valor a la gestión en el servicio público, la impunidad, se han adueñado, profundizado y generalizado tanto que hemos empezado a ponernos de pie; a protestar. Votar por Semilla es una forma de expresar e iniciar el proceso de hacer realidad esto.

Hay una esperanza, no importa que no sea siempre audaz. Es como si en la mayoría de los guatemaltecos le broto de pronto, una incontenible necesidad de vomitar ante tamaña desvergüenza. Esto ha sido el voto por Semilla.

Dicho lo anterior y buscando ser absolutamente claro y prudencialmente exigentes con el momento que vive el mundo, es necesario hacerles conscientes de que la velocidad en sus acciones es muy relevante en este nuevo ecosistema geopolitico mundial.

En este nuevo concierto de naciones, vemos nacer un nuevo contexto geopolítico, sin que el viejo sistema desaparezca; vemos un nuevo ente geopolítico que se caracteriza por ser sistemático, de intensa influencia tecnológica, altamente dependiente de ideas e innovación de seres humanos inteligentes y de una suerte de revalorización de nuestro actuar moral y ético en todos los ámbitos de la vida.  Esto hace apremiente la toma de decisiones.

Se imponen en el entorno las circunstancias que rodean el ecosistema democrático mundial y debe ser claro que el periodo de gracia no es, ni soñarlo, de 100 días como se ha dado en pensar y juzgar a una nueva administración del Estado.  No, se necesita ser contundente, radical y estructuralmente transformador para que la “legitimidad” necesaria se alcance.  Ya no queremos baratijas estimados amigos que asumen el gobierno; ya no queremos mas de lo mismo; ya no queremos estupideces y menos aun soluciones coyunturales.

Su señor Padre, señor Arevalo, estoy seguro entendió con meridiana claridad que como dicen algunos intelectuales de la educación “El acto de educar y de educarse sigue siendo en estricto sentido un acto político … y no sólo pedagógico.” Es por esto que aflige, al menos me aflige y ocupa cuando escucho a exponentes de las ideas de educación en sus planes gobierno, que están pensando en temas de cobertura – sin negar que lo necesitamos, pero que esto es apenas lo que equivale a un producto commodity en el mercado – lo mismo que de calidad –otro commodity-, cuando si podemos ver la educación como un acto de profundidades políticas para una nación que hoy la reciben en materia educativa en niveles del oscurantismo medieval para dramatizar un poco.

Sí, si viéramos la educación como un acto político mas que únicamente pedagógico – la técnica que también es relevante – quizá pudiéramos pensar en hacer una verdadera revolución en esta materia. ¡Piénselo!

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Juan F. Callejas Vargas

Nicaragüense por nacimiento, Guatemalteco por decisión. 72 años de edad, periodista de opinión, casado con una esposa – Ana Lucrecia Aquino de Callejas - con quien ha procreado ocho hijos. Estudios profesionales en Universidad Rafael Landívar, INCAE y post grados en Inglaterra, Brasil y Estados Unidos de América. Amplia experiencia en diseño y ejecución efectiva de programas de comunicación y diseño de Estrategias a nivel comercial para firmas y organizaciones nacionales e internacionales. Estratega de campañas políticas, de gobierno e institucionales en Guatemala y El Salvador, así como mercadeo social.

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