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Mis pasos por la educación

Antropos

Aún tengo fresco en mi memoria, las palabras de uno de los maestros de la Escuela Normal Central para Varones, don Arcadio Madrid, quién en una de sus clases de didáctica, nos hizo pensar a fondo, el por qué habíamos escogido ser maestros. Nos habló de tantas dificultades, como el referido al escaso salario mensual de un docente, además de la dificultad de conseguir un espacio laboral. Contrariamente, nos abrió la opción de estudiar en un instituto tecnológico con más posibilidades de empleabilidad.

Nosotros, jóvenes entusiastas, con terquedad, quizás vocacional, decidimos rendirnos ante el texto del apóstol de la educación José Martí, que estaba en la puerta de entrada de la Escuela Normal: “Y me hice maestro, que es hacerme creador”.

Siendo ya maestros graduados, empezamos a caminar por diferentes caminos con la fuerza que da el entusiasmo de la juventud. Diversidad de experiencias que llenarían algunas páginas de letras si al final tuviésemos el ánimo y el tiempo de escribirlas. Es el caso de contar entonces, que fui nombrado en una comunidad rural del departamento de Chimaltenango. Fue mi primer paso lleno de preguntas en medio de niños de habla cakchiquel, a quienes debería enseñar. La comunicación se tornó difícil y compleja porque mi formación no era la más adecuada, dado que mi lenguaje es el español. Años después entendí la falta de visión de un Ministerio de Educación para la asignación de las plazas de maestro. Pero así me bautizaron.

Volví a la ciudad a tocar puertas en los colegios privados y tuve el privilegio de encontrar en algunos, el trabajo deseado. Compré un par de sacos viejos, con esos y mis libros, me encaminé en otra aventura pedagógica. Mientras tanto, continué con mi formación universitaria en filosofía y letras, llevado de la mano de intelectuales como Margarita Carrera, Antonio Gallo, Luis Luján, que me ayudaron a descubrir el mundo de las ideas y el gusto por la literatura. A la par, como joven que fui sensibilizado por los problemas sociales del país, en las aulas de la Escuela Normal, además de la lectura y estudio de las corrientes del pensamiento que hice a nivel de universidad, me inclinaron a participar en los movimientos de protesta que se gestaban en las calles en contra de regímenes injustos y autoritarios. Conocí jóvenes talentosos con una hermosa vocación de entrega a las causas de lucha por la libertad y la dignidad humana. Toda una generación que entregó su vida y que al final, queda hoy, de estos héroes, el recuerdo de sus cruentas batallas por la justicia.

Corrieron los días y opté por el camino de romper las fronteras patrias en búsqueda de otros horizontes en donde mi propia vida no estuviera en el peligro de un hilo de la muerte.  Felizmente me asenté en Costa Rica y de inmediato la universidad de este país me abrió sus puertas y estudié filosofía a nivel de licenciatura y una buena cantidad de cursos de doctorado, lo que me preparó para ser docente en la recién creada Universidad Nacional por invitación que nos hicieron nuestros maestros Constantino Láscaris, Francisco Antonio Pacheco, Roberto Murillo, Guillermo Malavassi, entre otros, todos involucrados en el nacimiento y gestión de la UNA.

Entre tanto, tuve la experiencia previa de impartir clases en centros de educación secundaria. Cada una de ellas, me enseñó a través de los alumnos, libros, revistas, compañeros y de mis propios maestros, que la ruta escogida en la Escuela Normal inspirada en un verso de José Martí, fue como escuchar mí corazonada, que caminaba por la vereda adecuada.

Llegaron los tiempos de los debates de ideas y corrientes del pensamiento filosófico y educativo, así como ordenar la mente para escribir acerca de algunos temas que nos inquietaban. Paralelamente pude dirigir el Departamento de Filosofía y promover algunas iniciativas pedagógicas, dar impulso a la publicación de libros y revistas que eran el resultado de simposios, coloquios y congresos. Participación en diversas gestas universitarias y nacionales. Creación de programas. Atrevimiento de crear una carrera universitaria en Informática Educativa, en los albores de las tecnologías de la información en el sistema educativo nacional que tuvo desde un curriculun interdisciplinario, incidencia en la política y práctica de la educación costarricense desde la formación de nuevos perfiles profesionales.

Las ideas y acciones educativas nos entusiasmaron en nuestra labor universitaria, hasta que llegó el momento del retiro, dejando atrás a compañeros y amigos con quienes compartimos hasta en una mesa de tragos de cantina. Quedó atrás otra vivencia qué hasta hoy, sigue vigente en mi alma con gran vitalidad.

Fue la Universidad Nacional la que me abrió también la oportunidad de estudiar un posgrado en la Universidad de la Habana y de ahí se desprendió otro camino de amistades universitarias, que me llevaron, a Beatriz y a mí persona, a convertirnos en profesores de la Universidad Estadual de Maringá, Brasil, durante un año. Hablé de informática educativa y de pensamiento latinoamericano.  

Me animé con los años sobre mi espalda, a retornar de nuevo a Guatemala, por invitación de Efraín Medina quien se había convertido en rector de la Universidad de San Carlos. Toda mi experiencia universitaria en Costa Rica, mis escritos y conocimientos, los puse al servicio de esta noble institución. Sin embargo, antes de este regreso, estuve presente como profesor e investigador en algunas facultades como económicas, ingeniería, agronomía, ciencias políticas, Escuela de Formación de Profesores en Enseñanza Media. Coincidió mi estancia en la universidad, con uno de los momentos de crecimiento del movimiento social. Los de la USAC, nos involucramos a pleno y las calles vibraban con las voces de protesta, acompañados de obreros, campesinos, estudiantes de secundaria, movimiento poblacional. Hasta que advino la desgracia y los genocidas empezaron a asesinar, a nuestros dirigentes, haciendo patente su agresividad con la vil muerte de Oliverio Castañeda quien minutos antes había pronunciado uno de los discursos históricos más trascendentales, de la rebelión juvenil en Guatemala. Con él se nos fue la alegría de la juventud. Fue el momento del repliegue y de búsqueda de otras formas de lucha para no dejarnos atemorizar. Personalmente, he considerado que estos hechos históricos, me enseñaron a valorar que el acto educativo, traspasa la propia aula escolar, porque se trata de acompañar a un pueblo en su propia liberación.  Para mí, es impensable una educación sin libertad y ese era el sentido de nuestro quehacer pedagógico.

Aquellos años de trabajo en la USAC, se tradujeron en la entrega a las mejores causas por una educación con calidad, pertinencia, cobertura y equidad. Pero siempre están los peros, qué en este caso, fue la incidencia de la política nacional y universitaria, la cual se convirtió en un valladar difícil de vencer. Mi personalidad siempre ha sido la de proponerme retos y alcanzarlos a pesar de los pesares, por ello, a través de la creatividad y voluntad, se convirtieron en los instrumentos que encontré para lograr avanzar por los diferentes caminitos que sorteaban las puertas cerradas. De esa cuenta, promovimos programas de actualización y formación docente, a fin de lograr que nuestros académicos gozaran de apoyo para hacer estudios de doctorado en universidades de Europa, Costa Rica, México, Brasil. Contribuimos a fortalecer el Sistema de Estudios de Posgrado y a iniciar los procesos de acreditación internacional de carreras universitarias, así como impulsar el programa de homologación a nivel nacional y a su vez, estructurar la institución sobre la base del crédito universitario.  Creación de la unidad de educación en entornos virtuales, bajo la conducción creativa del doctor Carlos Interiano. De la misma manera empezamos a gestar debates acerca de múltiples problemas sociales e históricos y publicación de libros que nos abrían al mundo del pensamiento. Articulamos en este esfuerzo a los mejores intelectuales del país. Esta agitación académica, me llevó a descubrír qué a pesar de la politiquería, el gusto por aprender es el sentido real de esta universidad. Y fue por eso que aumenté mi esfuerzo para contribuir a una mejor educación. Claro está que cada una de estas acciones no se hubieran logrado, sin el apoyo del rector Ingeniero Murphy Paiz, quien confió en mi persona y el equipo que me acompañaba como Roberto Morales, Carlos Interiano, Bayardo Mejía, todos ellos gozando de otra latitud, pero quienes viven en nuestro corazón, así como el irrestricto acompañamiento de los doctores Beatriz Villarreal, Oscar Pelaez, Jorge Ruano, maestros Juan Alberto Castañeda, Francisco Revolorio, Domingo Pérez, Cesar Tamup entre otros distinguidos amigos.

La estancia en este país, también me condujo a involucrarme en otras acciones. Fui responsable de una de las áreas de la Comisión de Derechos Humanos que me permitió estar en Ginebra, en la sede de las Naciones Unidas para aprender y compartir acerca de diversos tópicos de estos problemas de la vida humana, particularmente en cuando al derecho a la educación. 

En cada uno de los espacios que tuve el privilegio de trabajar, siempre estuvo como preocupación central, la publicación de libros. Circulación y debates. Y por supuesto, el involucramiento en las comunidades encaminado a la solución de los problemas de la educación ciudadana, a fin de empoderarlos para que ejerzan sus derechos humanos formándolos con el uso de material físico y digital.

Paralelo al trabajo educativo en la USAC, escribí artículos en el Periódico El Siglo e hice aportes a través de mis libros como El camino de la educación en Guatemala, Educación moral y ciudadanía, Qué hacer en educación, Globalización y tecnologías de la información, su impacto en la universidad, Educación superior en Centro América, Escritos en torno a cultura y educación, Pensamiento latinoamericano, Educación y sociedad, Universidad y aprendizaje. A su vez, participe como coautor en más de una docena de libros sobre temas diversos y tuve el privilegio de participar en las dos conferencias mundiales sobre la educación superior, organizado por Unesco en Paris.

En cada uno de los escritos, así como mi recorrido por el quehacer en la educación, se han traducido en la puesta en marcha de acciones pedagógicas y de ideas a promover en torno a resolver problemas como la infraestructura de los centros educativos, puesta en marcha de laboratorios y bibliotecas, creación de escuelas inteligentes. Impulso al deporte escolar y expresión del arte en todas sus dimensiones. Formación docente y actualización teórico-metodológico. Publicación de libros y revistas. Creación de círculos de lectura y fortalecimiento de la desconcentración y descentralización. Propuesta para llevar a cabo un acuerdo educativo, a partir de un congreso sobre la educación. Esfuerzos de renovación académica de la Universidad. O sea, todo encaminado a mejorar la calidad de la educación con pertinencia y equidad.

El balance de mi trabajo a través de estos pasos por la educación, me llena de gozo y me maravillo que aún me perciba con voluntad, energía, imaginación y creatividad, para seguir contribuyendo con talante y talento humano. El corazón o eje central de este caminar, fue y sigue siendo, alcanzar a través del proceso educativo, una mejor persona humana, sobre la base de la máxima inspiradora de Martí: Y ME HICE MAESTRO QUE ES HACERME CREADOR.

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