El ahuevado Presidente
Vocación de Libertad
“Atontar, azorar o acobardar; aburrir, fastidiar; humillar (herir la dignidad), babosear, sobajar. No tener deseos de hacer nada”
Estas son las connotaciones que el DRAE –diccionario de la real academia de la lengua española- le asigna al vocablo muy utilizado en estos y muchos otros sentidos a la expresión bastante guatemalteca “ahuevado”, misma que se me vino a la mente como “top of mind” el estilo de los comunicadores publicitarios, al ver el mensaje del ciudadano Presidente grabado para contarnos del “affaire” de las vacunas rusas. Tema que por supuesto ha mantenido, mantiene y seguirá manteniendo en ascuas a varios miles de guatemaltecos que nos sentimos estafados, ofendidos y dañados por la gestión de nuestros gobernantes anteriores.
Es una pena que el ciudadano Presidente, quien se vistió de las mejores galas y uso su mejor expresión de ánimo tanto verbal como gesticular – lenguaje corporal – cuando anduvo en campaña para ser electo por su manifiesto ánimo para combatir la corrupción, ahora que le toca hacer la tarea, luzca sin tener deseos de hacerlo puesto que mínimo se le ve aburrido y hasta asustado – azorado – y en algunos gestos manoseado – sobajeado -.
Lo penoso del caso es que este anuncio lo hace justo 24 horas después de que anuncio – muy atinadamente, aunque forci-volutariamente – la destitución de la respetable dama exministra de ambiente. Y es penoso que se exprese ahuevadamente, porque sin duda, más que aportar a la esperanza de que ahora si se busque terminar con uno de los dos males apocalípticos del país, se ve, sienta y perciba una dosis de ahuevamiento que genera dudas hacia el futuro, sobre todo cuando su mejor decisión al respecto ha sido la creación de una comisión que nace con el pecado capital de conflicto de intereses.
Hoy por hoy, su supuesta arma en contra de la corrupción es una comisión que como señala el colega columnista de República, Jorge Benavides en su artículo ¿Cuándo empezó la corrupción en Guatemala?, sugiere que: “No se puede ser juez y parte cuando los actos de corrupción suceden en la misma administración, habiendo incluso el riesgo de usarlo como una vendetta en cada cambio de administración”
Jorge también plantea una inteligente pregunta: ¿Por qué no es suficiente tener un ente responsable en el Ejecutivo?, aportando además una respuesta también inteligente: “No habrá ningún enfado en denunciar y acusar la corrupción de administraciones anteriores y seguro que habrá oportunidades para implementar mecanismos y sistemas que fomenten la transparencia”
Dos son los males atávicos que el Estado de Guatemala mantiene desde que se inició esta nueva oportunidad de alcanzar una Democracia Republicana Constitucional: corrupción e impunidad y ambos fueron inoculados desde el primer gobierno democrático en 1986, y el peor de todos los males ha sido que nuestros políticos no han tenido empacho alguno para entregar en manos del crimen organizado casi toda la institucionalidad construida y hoy cooptada por carteles internacionales en contubernio con carteles nacionales en donde sin mayor pena, participan entidades de iniciativa privada, cortes, jueces, iglesias y académicos que otrora tenían alguna vergüenza.
En lo personal, no tengo la menor duda que seguimos caminando hacia la orilla del precipicio en donde por disposición del verdadero soberano y no de juececillos de poca monta que hoy siguen engañándonos con justicia que sigue siendo trapos de inmundicia, lograremos salir adelante, pero será necesario que como sociedad seamos más conscientes de esta lacerante realidad que vivimos y que en algún momento crítico tendremos que enfrentar con carácter y determinación, sin ahuevados lideres de cera.
Animo Presidente, no llevamos ni los 100 días cabalísticos y ya hay suficiente agua corriendo bajo el puente y este, el puente, muestra fuertes signos de insostenibilidad en un marco de gobernanza poco decente. Su rol, respetable señor, no puede seguir permitiendo la corrupción y la impunidad de la cual ya se muestran señales.
Es una pena que haya tenido que acudir más corriendo que andando, a un estado de calamidad en el que limita nuestras libertades ciudadanas, savia por la que circula la esencia de la democracia que suponemos estar queriendo construir. Peor aún, cuando se abre una puerta grande precisamente para que aquellos listos que ya saben cómo operar “compras en estado de calamidad” lo hagan a su anchas.
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