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Evaluación del proceso electoral

Zoon Politikón

En el proceso electoral 2023 están en disputa 4,134 puestos de elección popular; entre ellos la Presidencia con su respectivo Vicepresidente, 160 puestos de diputados para el Congreso de la República, 20 espacios para el Parlamento Centroamericano y 340 concejos municipales. En total se calcula 40,000 contendientes.

Para febrero del 2023 iban empadronadas aproximadamente 9 millones de personas del total de aptos para ejercer el voto, 11.2 millones; el 40% corresponde a la población joven que se encuentra entre los 18 y 35 años.

El segmento de los jóvenes, no muestra su empoderamiento en relación con el tema electoral, por el contrario, manifiesta desesperanza, desanimo y miedo a participar en el ámbito político en general.

Las futuras elecciones no reflejan que vayan a provocar grandes cambios, por el contrario, es causa de desilusión por el panorama tan sombrío que se dibuja.

La manera como fue diseñado el actual sistema electoral de Guatemala provoca distorsiones que se visualizan en la asimetría de los distritos electorales, fenómeno que favorece a los partidos mayoritarios y fragmenta a los partidos pequeños. Además, la aplicación de listados cerrados desincentiva la democracia, al mismo tiempo de la falta de una definición clara de las consecuencias del voto nulo.  Y aún más relevante es la propiciación del sistema electoral a la violencia electoral favorecida por el modelo de mayoría simple para la elección de los poderes locales.

Las elecciones se han convertido en una rutina por lo que lo tangencial de ellas sería la interrupción de esa dinámica. Lo que queda es el significado democrático de esa fiesta cívica por las condiciones básica de la competencia libre por el poder, la participación ciudadana y la alternancia de autoridades.

El proceso democrático de elecciones es hoy por hoy la expresión de la realidad y de la calidad del sistema; esto se ve ensombrecido y deteriorado por el autoritarismo del régimen gobernante al intentar disminuir las parcelas de acción de la oposición y a la posibilidad del fracaso técnico por la presencia del fantasma del fraude, en donde muertos eligen, se utilizan bolígrafos cuya tinta desaparece, y se dan apagones inesperados.

La organización política se ha convertido en lo que puede llamarse “oligopolio político”, debido a las debilidades históricas del sistema que se configura con una alta fragmentación, con la inestabilidad y la fugacidad de los partidos, además de su simplicidad organizacional; todo ello dentro de un envase de funcionamiento franquiciado, generando el incumplimiento del papel intermediario y representativo entre los electores y las instituciones políticas de decisión.

El Tribunal Supremo Electoral tiene debilidades en relación con el mecanismo de la elección de sus magistrados y de la aplicación de la normativa del derecho electoral, lo que se manifiesta en la inestabilidad que ha generado al proceso previo a las elecciones.

La elección para presidente se ha tornado más atractiva que las legislativas o municipales porque hace una mayor distribución del verdadero poder, y de igual forma la primera vuelta es también más atractiva por el abanico de opciones disponibles, siendo esta más concurrida que la segunda vuelta, en detrimento de su carácter decisivo.

Estas elecciones se han caracterizado por su alto grado de polarización, primordialmente porque los principales actores son ya viejos conocidos dentro del ámbito político.  Por su lado los nuevos partidos y sus candidatos no han podido capitalizar de buena manera sus posibilidades, a pesar de la expectativa de cambios urgentes especialmente dentro de los ciudadanos más jóvenes.

Los electores por su lado manifiestan su indiferencia y apatía ante la política tradicional, mostrando desinterés hacia las campañas e identificándose menos con cualquier agrupación política; considerando incluso el no ejercer su derecho al sufragio o inclinarse por la opción que ha sido más publicitada que en tiempos anteriores, y que muy seguramente será un factor determinante en las actuales circunstancias – el voto nulo -. 

Los ciudadanos se tornan cada vez más críticos hacia las instituciones responsables; manifiestan abiertamente su escepticismo y desconfianza hacia las motivaciones y acciones de las autoridades.  Por lo anterior, en los electores debutantes ha decaído la motivación a participar en el proceso, y de manera similar sucede con la población de la ciudad y de las poblaciones más grandes en donde la cobertura de medios de comunicación, campañas partidarias y publicitarias ha saturado la paciencia de las personas.

Para el ciudadano votar a perdido el verdadero significado por el bajo contenido democrático de las campañas, considerando al proceso electoral como una fachada sin un vínculo real con la elección de autoridades; por lo que la abstención se disparará, constituyéndose este fenómeno en un síntoma del sistema.  También toma relevancia la desafección hacia la democracia, las instituciones del Estado y la representación por considerarlas difusas e inoperantes. Surgirá además del malestar ciudadano, la interrogante sobre la ruta a seguir… lo que favorece el comportamiento de exploración al cambio profundo de estructuras, beneficiando así a candidatos de izquierda con agendas progresistas.

Las condiciones por las que el Estado ha perdido el control sobre áreas estratégicas son aprovechadas por el crimen organizado y por el narcotráfico, ejerciendo su interés por la política local para aumentar su influencia y poder así realizar sus actividades delictivas libremente.

En este punto se abre el debate sobre la calidad de la democracia nacional, sus procedimientos y eventualmente sobre su ineficiencia; ya que de esta condición surge un nuevo tipo de violencia que no atenta contra la celebración de elecciones, sino que busca desvirtuarlas, subvertirlas, quitarles autenticidad, generar fronteras grises. Este tipo de violencia se incrusta especialmente en donde el estado no ejerce el monopolio de la violencia legítima.

De manera paradójica en los lugares en donde el crimen organizado posee hegemonía territorial, el proceso eleccionario podría realizarse en paz. Esta situación supuestamente libre de problemas estará acompañada de la indiferencia de los electores a raíz del temor y como una respuesta a la humillación del Estado. Todo lo anterior no exime al Estado y a la misma sociedad de la necesidad de atender causas y efectos.

Mientras que la calidad de la democracia y de su instrumento electoral no garantice el respeto de las libertades; mientras las instituciones responsables no estén a la altura de la legitimidad democrática, no será posible pretender el fortalecimiento de la sociedad y de la consolidación de una verdadera paz.

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Edgar Wellmann

Profesional de las Ciencias Militares, de la Informática, de la Administración y de las Ciencias Políticas; Analista, Asesor, Consultor y Catedrático universitario.

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