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Antejuicio de los Magistrados del TSE en la mira

Poptun

En medio de acusaciones, amenazas y una vorágine de decisiones cuestionables, la escena política en torno a los magistrados del Tribunal Supremo Electoral (TSE) se desenvuelve en un drama que pone de manifiesto la urgente necesidad de repensar la forma en que se abordan los procesos de antejuicio en nuestra nación.

La figura del antejuicio, consagrada en la Constitución Política de la República de Guatemala y regulada por la Ley de Materia de Antejuicios, desempeña un papel crucial en la preservación de la estabilidad y el buen desempeño de aquellos que sirven al Estado. Sin embargo, es imperativo reflexionar sobre su aplicación y asegurar que se lleve a cabo de manera justa y equitativa.

El procedimiento establecido en la ley, establece que la Comisión Pesquisidora, conformada por cinco diputados seleccionados al azar, tiene la responsabilidad de determinar la existencia de pruebas suficientes para iniciar un proceso penal. Es fundamental entender que esta comisión no actúa como tribunal, sino como investigadora, evaluando la validez de las acusaciones y asegurando que no haya motivaciones políticas detrás de las denuncias.

La clave del éxito de este proceso radica en su imparcialidad y en respeto a los principios de legalidad. La comisión no debe extralimitarse en sus funciones ni actuar como un tribunal inquisitivo. Mas bien, su rol es evaluar, recolectar información de manera objetiva y determinar la validez de las denuncias sin sucumbir a presiones políticas o de un grupo determinado.

La pregunta fundamental que debe guiar la labor de la Comisión Pesquisidora es si existen pruebas o indicios suficientes para vincular a los denunciados con los delitos que se les imputan. Esta evaluación rigurosa es esencial para evitar que el proceso se convierta en un instrumento para presiones políticas con un fin ulterior, garantizando así la integridad del sistema y la confianza de la ciudadanía en la justicia.

La conformación de la comisión pesquisidora en el caso de cuatro magistrados titulares del TSE, cuyo objetivo es investigar las supuestas irregularidades en la compra del sistema de Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP), ha generado más incertidumbre que respuestas. La rapidez con la que se ha llevado a cabo este proceso ha suscitado críticas y levantado sospechas sobre las verdaderas intenciones del antejuicio, la imparcialidad y el respeto al debido proceso y a los derechos constitucionales.

Uno de los aspectos más preocupantes es la falta de individualización en el tratamiento de los magistrados denunciados. La responsabilidad penal es personalísima, pero el Congreso no optó por conformar comisiones pesquisidoras separadas para cada uno de los funcionarios electorales implicados. Esta omisión, en sí misma, plantea interrogantes sobre la equidad y justicia del proceso.

Las acusaciones vertidas por el presidente de la comisión pesquisidora, quien afirma haber recibido amenazas y presiones de índole político, no hacen más que añadir un matiz más oscuro a este complicado escenario. Estas afirmaciones, si bien pueden reflejar un ambiente tenso y polarizado, también ponen de manifiesto la necesidad de garantizar la seguridad de quienes participan de forma independiente en esta comisión.

La ex presidenta del TSE, Irma Palencia, ha presentado una acción de amparo ante la Corte de Constitucionalidad, argumentando violaciones a sus derechos constitucionales de defensa, debido proceso y a la seguridad y certeza jurídica. Su reclamo pone de relieve una serie de irregularidades procesales que podrían comprometer la validez del proceso en curso.

La premura con la que se está llevando a cabo este proceso no solo pone en entredicho la calidad de la investigación, sino que también socava la credibilidad de la comisión pesquisidora y del Congreso de la República. La justicia no debe ser apresurada ni sesgada por intereses políticos; debe ser un proceso meticuloso que asegure el respeto de los derechos fundamentales de todos los involucrados.

La falta de un amparo provisional hasta el momento a favor de los cuatro magistrados titulares del TSE no resta importancia a la necesidad de abordar las irregularidades señaladas y garantizar un proceso transparente y equitativo.  Es imperativo recordar que el antejuicio no es un juicio en sí mismo; pero si es el primer paso en un proceso más amplio.

El trabajo de la Comisión es informar de manera imparcial al pleno del Congreso, permitiendo que la verdad emerja de manera objetiva. Los diputados, en su papel como representantes del pueblo, deben recordar la importancia de actuar con empatía y sensibilidad. La empatía no implica absolver de responsabilidad a quienes hayan cometido irregularidades, pero si exige respetar los derechos y garantías fundamentales de cada individuo involucrado en el proceso.

La ciudadanía merece un proceso de antejuicio imparcial e independiente en el caso de los magistrados del TSE. La importancia radica en la necesidad de salvar la transparencia y la justicia en el ámbito electoral.

Existe la preocupación legítima de que este proceso pueda ser instrumentalizado como un medio de presión sobre los magistrados, con el objetivo de desacreditar los resultados electorales y la voluntad del pueblo guatemalteco. Por lo tanto, es imperativo que se garantice un proceso justo y transparente que no sólo proteja los derechos de los magistrados, sino que también responda a la necesidad de preservar la integridad del sistema electoral y el respeto por la decisión democrática de la ciudadanía.

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Mireya Batún Betancourt

Abogada, Notaria y Licenciada en Ciencias Jurídicas y Sociales, postgrado en Criminología, especialista en ejecución penal con estudios en Doctorados de Ciencias Penales y Derecho Constitucional Internacional.

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