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Proyecciones de la democracia

Sueños…

Yuval Noah Harari, en dos impresionantes libros, nos muestra una interpretación de la historia de los seres humanos que nos deja sin respiro. Especialmente en medio de un Estado fallido, Guatemala, que viborea en el momento actual, entre una mayoría de la población que ve como una esperanza para construir, por fin, una república democrática, el respeto al resultado electoral reciente; y una minoría medieval que considera que cualquier mínimo cambio en la estructura de las instituciones públicas a favor de leves reformas es un atentado en contra de los designios más sagrados, y que no importa pasar sobre la mayoría, pero es indispensable imponer la voluntad de los poderes tradicionales.

Con el fin de comprender la importancia de los cambios que se avecinan, voy a glosar los libros de Harari, para tratar de comprender por qué construir una república democrática en el siglo XXI es la forma superior para enfrentar los grandes retos de la crisis política, ideológica, ambiental y social que se avecinan. ¿Por qué es un grave error en el diseño estatal el tratar de mantener un Estado fallido, es decir, bajo la dictadura de las armas, de la religión y de la esclavitud y servilismo de las mayorías?, ¿por qué solamente una república democrática es capaz de engendrar unidad del Estado para progresar?

Los seres humanos hemos generado tres grandes revoluciones. La primera, la revolución cognitiva inició hará 70 mil años, surgen el lenguaje, la música, las creencias, la comunicación entre humanos. La segunda, la revolución agrícola, el humano empieza a sembrar plantas y empieza a destruir bosques para generar viviendas de pequeñas poblaciones para hacerse sedentario, lo que a su vez lo lleva a domesticar y controlar a los animales, supeditándolos a la esclavitud y el deterioro. La tercera, la aplicación de la ciencia al descubrimiento y la aplicación industrial, lo que ha permitido al humano dominar el planeta y someterlo a sus decisiones.

¿Para qué confiar en la democracia para dirigir un país?, ¿por qué no se permite a las personas armadas y que se apropian de la mayoría de los recursos esclavizar al resto de seres para generar una sociedad obediente? El humano controla el mundo gracias a su capacidad de crear mitos, que seguidos por las inmensas masas le permiten controlar el conocimiento, la producción y el convivir en grandes conglomerados, en muchedumbres que no se conocen pero actúan de acuerdo al mito aceptado por la mayoría: las creencias, el Estado, el mercado, el dinero son mitos que al ser aceptados permiten el milagro de que millones de seres que no se conocen convivan y controlen el planeta.

La sociedad actual solamente puede mantenerse y sobrevivir sí todos creemos en un mito o varios que se compaginen. El gran problema de la actualidad, que nos lleva a un futuro siniestro, es que las mayorías pierden credibilidad en los poderes tradicionales: la iglesia, el Estado. Se necesitan los mitos como la democracia, de lo contrario todo sería un caos. El mito de la democracia, del Estado democrático es indispensable para que no nos exterminemos entre nosotros mismos. Pero el “orden imaginado solo puede mantenerse si hay grandes segmentos de la población (y en particular grandes segmentos de la élite y de las fuerzas de seguridad) que creen realmente en él”.

En efecto “…el cristianismo no habría durado 2.000 años si la mayoría de los obispos y sacerdotes no hubieran creído en Cristo. La democracia estadounidense no habría durado 250 años si la mayoría de los presidentes y congresistas no hubieran creído en los derechos humanos. El sistema económico moderno no habría durado ni un solo día si la mayoría de los accionistas y banqueros no hubieran creído en el capitalismo.”

¿Cómo los seres humanos somos capaces de crear y mantener un orden imaginario como el cristianismo, la democracia o el capitalismo?

En primer lugar, sí la mayoría, consciente o inconscientemente, estamos seguros de que el mundo imaginario es real, y le concedemos poder a los que manifiestan ser los líderes de la explicación imaginaria. “Siempre se insiste en que el orden que sostiene a la sociedad es una realidad objetiva creada por los grandes dioses o por las leyes de la naturaleza. Las personas son distintas, no porque lo dijera Hammurabi, sino porque lo decretaron Enlil y Marduk. Las personas son iguales, no porque lo dijera Thomas Jefferson, sino porque Dios los creó así.”

Kristalina Georgieva, directora del FMI, en su más reciente discurso afirma que en los últimos “cincuenta años el mundo se ha transformado de muchas maneras: la esperanza de vida ha aumentado, la pobreza global ha disminuido, el sistema monetario internacional se ha adaptado a un régimen de tipo de cambio flexible y la tecnología ha transformado la forma en que trabajamos, entretenemos y nos comunicamos.” Que el gran mito de la gestión financiera del mundo concentrada en el FMI y los bancos centrales funciona. Renquea, pero no hay alternativa.

De allí que tanto el materialismo, como el idealismo generan mitos aproximadamente iguales. La idea es que las muchedumbres y sus líderes compartan la misma mitología. “Los mercados libres son el mejor sistema económico”, no porque lo dijera Adam Smith, o lo reconociera Marx, “sino porque estas son las inmutables leyes de la naturaleza.”

Segundo, a la gente se le educa, por medio del reconocimiento y el respeto de la mitología imperante. Desde que nacemos se nos recuerdan “los principios del orden imaginado, que se incorporan a todas y cada una de las cosas. Se incorporan a los cuentos de hadas, a los dramas, los cuadros, las canciones, a la etiqueta, a la propaganda política, la arquitectura, las recetas y las modas”, la primera comunión, etc. Por ejemplo, “hoy en día la gente cree en la igualdad, de manera que está de moda entre los niños ricos llevar pantalones de lona, que originalmente eran la indumentaria de la clase trabajadora.” En la Edad Media la gente creía en las diferencias de clases, de manera que ningún joven noble se habría puesto un bombacho de campesino. Todavía hoy, a los funcionarios públicos, de cualquier categoría, o profesionales liberales les endilgamos el medieval «señor» o «señora».

¿Son necesarios los imperios?, ¿para qué sirven?, se afirma que al igual que los Estados necesitan de un gobierno, que aun defendiendo los intereses de un grupo reducido de personas, es visto como la autoridad que nos da la unidad. El resto de la población se sienta representada por esta minoría que gobierna, y le den legitimidad a su gobierno, igualmente se necesita un orden internacional, que sea liderado por un imperio o un pequeño grupo de países imperialistas que le den orden y no sucumban al desastre total en el comercio mundial, las finanzas internacionales o la guerra nuclear. Un imperio es un orden económico, político e ideológico que mantiene el poder en todo el mundo.

Un imperio para mantener su hegemonía mundial necesita admitir la diversidad cultural, las colonias y semicolonias tienen que sentirse representadas y protegidas por el imperio. Gracias a esto “los imperios han conseguido unir grupos étnicos diversos y zonas ecológicas diferentes bajo un único paraguas político, y con ello fusionar entre sí segmentos cada vez mayores de la especie humana y del planeta Tierra.”

En Guatemala las desigualdades han aumentado, en el marco de la quiebra del Estado capitalista feudal, y en medio de graves desigualdades de pobreza, hambre, desempleo e inseguridad. Se nos viene encima la crisis climática. Está por caer el telón, ya no queda tiempo. O se construye una república democrática, inclusiva o se sigue en la larga oscuridad de la violencia y la falta de oportunidades para la mayoría. Ojalá que este pequeño y entrañable país despierte.

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Cristobal Pérez-Jerez

Economista, con maestría en política económica y relaciones internacionales. Académico de la Universidad Nacional de Costa Rica. Analista de problemas estratégicos, con una visión liberal democrática.

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